miércoles, 29 de julio de 2009

Casa de Habsburgo


BIOGRAFIA Y DATOS CURIOSOS

Familia reinante en Austria desde 1278 hasta 1918, cuyo dominio se extendió a otros territorios, incluida España. Toma su nombre del castillo familiar de Habichtsburg, construido en el siglo XI en Suiza; en esa época inicial sus dominios se extendían por el norte de Suiza y Alsacia.

Accedieron por primera vez a la dignidad imperial de Alemania en 1273, con Rodolfo I (1218-91). Fue él quien adquirió los ducados de Austria, Estiria y Carniola. Volvieron a poseer la Corona imperial en tiempos de su hijo Alberto I (1250-1308), elegido en 1298, después del interregno de Adolfo I de Nassau, al que destronó. Sin embargo, a duras penas consiguió mantenerse como rey de Alemania, gracias al apoyo de Francia, Bohemia y el Papado, mientras muchos príncipes alemanes le opusieron resistencia hasta que murió asesinado por su propio sobrino, Juan de Suabia, pasando la Corona imperial a la Casa de Luxemburgo.

A lo largo del siglo XIV, los Habsburgo completaron sus territorios patrimoniales con la incorporación de Carintia, Tirol, Friburgo, Trieste y Vorarlberg, al mismo tiempo que una larga lucha con los suizos -iniciada en tiempos de Alberto I- les hacía perder sus dominios originales del oeste. De nuevo consiguieron la Corona imperial en 1438, con Alberto II (1397-1439). A partir de entonces, aunque la dignidad imperial siguió siendo teóricamente electiva, quedó vinculada a la Casa de Habsburgo hasta la desaparición del Sacro Imperio Romano Germánico en 1806 (con una breve interrupción en 1740-45).

Le sucedió al frente de la Casa y del Imperio su primo Federico III (1415-1493), que inició la serie de enlaces matrimoniales que extendieron los dominios de la Casa hacia Europa occidental, al casar a su hijo Maximiliano I (1459-1519) con María de Borgoña, que proporcionó a los Habsburgo los amplios territorios borgoñones de los Países Bajos y el Franco Condado. Su hijo Felipe I, el Hermoso (1478-1506) fue rey de Castilla por matrimonio con la heredera de los Reyes Católicos, Juana I la Loca.

El hijo de ambos, Carlos V (1500-58), reinó en España con el nombre de Carlos I, antes de ser elegido emperador en 1519. La herencia de Carlos reunía en una sola mano Austria, los Países Bajos, el Franco Condado, Castilla (con Navarra, Granada y las Indias recién descubiertas) y la Corona de Aragón (con Nápoles, Sicilia y Cerdeña). Con él llegó a su apogeo el poderío de la Casa, llegando a concebir un ideal de Monarquía cristiana universal, que fracasó ante la resistencia opuesta a sus planes por Francia y por la reforma protestante, que escindió a la Cristiandad occidental.

Al abdicar, en 1555-56, repartió sus dominios entre su hermano Fernando y su hijo Felipe, creando así dos ramas de la familia, asentadas respectivamente en Austria y España. Fernando I (1503-64) recibió el Imperio (1558), junto con los dominios patrimoniales originales de la Casa en Austria. Su matrimonio le proporcionó, además, Bohemia y Hungría. Al morir, la rama austriaca de la Casa se dividió, a su vez, en tres líneas: los Habsburgo de Austria (Rodolfo II y Matías, con quien se extingue esta línea en 1619), los del Tirol (que se extinguen en 1666) y los de Estiria (Fernando II, Fernando III, Leopoldo I, José I…). Fueron estos últimos los que heredaron la dignidad imperial y acabaron reuniendo en su mano los dominios repartidos desde la muerte de Fernando I.

Felipe II (1527-98), hijo de Carlos V, inicia la serie de los Habsburgo de España, conocidos también en este país como la Casa de Austria. Recibió, además de los reinos de Castilla y Aragón con sus posesiones americanas, los dominios de la Casa en Italia, los Países Bajos y el Franco Condado, a los que él añadió Portugal, anexionado por la fuerza haciendo valer los derechos de Felipe en un momento de crisis sucesoria (1580). Se casó con una princesa de la Casa, Ana de Austria.

Le sucedieron en el Trono español los llamados «Austrias menores», cuyas incesantes guerras exteriores no pudieron impedir el declive del poderío de los Habsburgo en Europa: Felipe III (casado con Margarita de Austria), Felipe IV (casado con Mariana de Austria) y Carlos II (1661-1700). La muerte de éste sin descendencia desencadenó una pugna general en Europa por ocupar el Trono de España, conocida como la Guerra de Sucesión Española (1701-14). Los Habsburgo defendieron la candidatura del «Archiduque Carlos», que luego sería emperador con el nombre de Carlos VI (1685-1740). Éste consiguió apoyos en los reinos de la Corona de Aragón, pero, derrotado por los partidarios del pretendiente francés, Felipe V, hubo de renunciar al Trono español, que pasó desde entonces a la Casa de Borbón.

Las paces de Utrecht (1713) y Rastatt (1714), que pusieron fin a la guerra, desgajaron sin embargo de la Corona española los dominios de los Países Bajos e Italia (Nápoles, Sicilia, Cerdeña y Milán), que revirtieron desde entonces a la rama austriaca de la familia, representada por Carlos VI, ya emperador desde 1711 (salvo Sicilia, que pasó a Saboya). Durante el reinado de Carlos VI se aprobó la Pragmática Sanción de 1713 que vinculaba los dominios de los Habsburgo asegurando su transmisión indivisa. No obstante, el juego diplomático y militar del equilibrio europeo le hizo perder sucesivamente Cerdeña (intercambiada por Sicilia en 1720), Nápoles (1735) y Sicilia (1738).

La muerte de Carlos VI sin descendencia masculina directa desencadenó la intervención de las potencias europeas que dio lugar a la Guerra de Sucesión de Austria (1740-48); por aquella contienda, se afirmó en el Trono austriaco la hija de Carlos VI, María Teresa (1717-80), quien, sin embargo, no fue emperatriz de Alemania, arrebatando esa dignidad a los Habsburgo el príncipe elector de Baviera, Carlos VII de Wittelsbach (emperador en 1742-45). La guerra le costó, además, a María Teresa la pérdida de Silesia a manos de Prusia. Su matrimonio con el duque de Lorena, Francisco I (a quien hizo elegir emperador en 1745), dio lugar al nuevo linaje de Habsburgo-Lorena.


Le sucedió el hijo de ambos José II (1741-1790), emperador desde la muerte de su padre en 1765 y rey de Austria desde la muerte de su madre en 1780. Su hermana María Carolina de Habsburgo, se casó con Fernando I de Nápoles (el hijo de Carlos III de España), dando origen al linaje borbónico de los reyes de las Dos Sicilias (hasta 1860). También era hermana suya María Antonieta, que se casó con el rey de Francia, Luis XVI. A José II le sucedieron al frente del Imperio su hermano, Leopoldo III, en 1790-92, y el hijo de éste, Francisco II (1768-1835), en 1792-1806.

Fue el último soberano del Sacro Imperio Romano Germánico, pues esta entidad de origen medieval fue destruida por Napoleón en el marco de la reordenación general de Europa que siguió a las victorias militares francesas. Dichas guerras le habían hecho perder a Austria los Países Bajos y el Milanesado (1797), así como sus dominios en la orilla izquierda del Rin (1801). En 1806 Francisco II se vio obligado a admitir la desaparición del Imperio del que era titular, sustituido por una Confederación del Rin que hegemonizaba Napoleón. Limitado a sus estados patrimoniales en Austria, asumió el título deemperador de Austria con el nombre de Francisco I. Aún sufriría nuevas derrotas a manos de Napoleón, que le obligaron a darle en matrimonio a su propia hija María Luisa (1810). Finalmente, sin embargo, la suerte de la guerra se inclinó de parte de la alianza antifrancesa en la que participaba Austria por decisión del ministro de Francisco II, Metternich (1814-15). En consecuencia, el Congreso de Viena (1815) le devolvió parte de los territorios perdidos, compensando la cesión definitiva de los Países Bajos con la adquisición del Véneto y una influencia general sobre la península italiana. El Sacro Imperio, en cambio, no fue restaurado, sino sustituido por una Confederación Germánica, de la que los Habsburgo ostentarían la presidencia hasta que desapareció en 1871.

Le sucedieron su hijo Fernando I y su nieto Francisco José (1830-1916). Éste accedió al Trono en 1848, cuando su tío y predecesor fue derrocado por una revolución. Se inició entonces un largo reinado lleno de desgracias para la familia, que vería declinar paulatinamente el poder de Austria. Primero perdió una guerra contra el Reino del Piamonte, apoyado por la Francia de Napoleón III, que le hizo ceder la Lombardía y admitir la unificación de Italia, perdiendo su antigua influencia en la península (1859). Napoleón III le ofreció una compensación, haciendo coronar a su hermano Maximiliano I emperador de México en 1863, aprovechando la ocupación del país por un ejército francés; pero la resistencia mexicana acabó con aquel experimento y Maximiliano fue fusilado en 1867.

Mientras tanto, Francisco José fue derrotado de nuevo en la Guerra Austro-Prusiana de 1866, por la que perdió el Véneto a manos de la Italia unificada; debilitado, se vio obligado además a ceder ante la presión del nacionalismo húngaro, transformando su reino en el Imperio Austro-Húngaro, una monarquía dual donde el elemento magiar quedaba reconocido en pie de igualdad con el elemento germánico (1867). En 1871 asistió impotente a la unificación de Alemania bajo la hegemonía de Prusia, que liquidó la Confederación Germánica y excluyó del nuevo Imperio Alemán a Austria-Hungría. En 1889 Francisco José perdió a su único hijo y heredero, el archiduque Rodolfo, que se suicidó en Mayerling bajo la doble presión de un matrimonio desgraciado y un entorno hostil a sus ideas políticas francófilas, liberales y federalistas.

Las tensiones nacionalistas continuaron en el interior de la monarquía dual, alimentadas por la marginación de los pueblos eslavos; dichas tensiones condujeron a Austria a declarar la guerra a Serbia tras el asesinato en Sarajevo del nuevo heredero del Trono, el archiduque Francisco Fernando (sobrino del emperador) por un nacionalista serbio (1914). Aquel conflicto arrastró a Europa a la Primera Guerra Mundial (1914-18), durante la cual murió el emperador y fue sucedido por su nieto Carlos I (1887-1922). Éste fue el último emperador Habsburgo, pues la derrota en la guerra llevó al desmantelamiento del Imperio Austro-Húngaro como reclamaban los movimientos nacionalistas, en 1918.

lunes, 20 de julio de 2009

Ernesto Sábato

BIOGRAFIA Y DATOS CURIOSOS

(Rojas, Argentina, 1911) Escritor argentino. Ernesto Sábato se doctoró en física en la Universidad de la Plata e inició una prometedora carrera como investigador científico en París, donde había ido becado para trabajar en el célebre Laboratorio Curie. Allí trabó amistad con los escritores y pintores del movimiento surrealista, en especial con André Breton, quien alentó la vocación literaria de Sábato. En París comenzó a escribir su primera novela, La fuente muda, de la que sólo publicaría un fragmento en la revista Sur.


Ernesto Sábato

En 1945, de regreso en Argentina, comenzó a dictar clases en la Universidad Nacional de La Plata, pero se vio obligado a abandonar la enseñanza tras perder su cátedra a causa de unos artículos que escribió contra Perón. Aquel mismo año publicó su ensayoUno y el Universo (1945), en el que criticaba el reduccionismo en el que desembocaba el enfoque científico. El ensayo prefiguraba buena parte de los rasgos fundamentales de su producción: brillantez expositiva, introspección, psicologismo y cierta grandilocuencia retórica.

Su carrera literaria estuvo influida desde el principio por el experimentalismo y por el alto contenido intelectual de sus obras, marcadas por una problemática de raíz existencialista. Así, El túnel(1948) ahonda en las contradicciones e imposibilidades del amor, mientras que Sobre héroes y tumbas (1962) presenta una estructura más compleja, en que los diversos niveles de la narración enlazan vivencias personales del autor y episodios de la historia argentina en una reflexión caracterizada por un creciente pesimismo. Ambas novelas tuvieron gran repercusión y situaron a Sábato entre los grandes novelistas latinoamericanos del siglo.

El Túnel fue rápidamente traducida a diversos idiomas y llevada al cine. La narración tiene indudable originalidad y valores psicológicos relevantes: la confesión de Castel, que ha cometido un crimen, enfrenta al hombre de hoy con una sociedad desquiciada y resalta los contrastes con pincel agudo y lleno de color. El estilo está en consonancia con el tema, dentro de un desequilibrado equilibrio.


Sobre héroes y tumbas (aunque publicada en 1962, la edición definitiva es de 1966) es su obra más ambiciosa. La compleja construcción de esta novela, y los diversos registros del habla rioplatense que el autor plasma en ella se alejan tanto del tecnicismo formal como de la dispersión. La pericia narrativa de Sábato consiste, justamente, en hacer pasar desapercibidas para el lector las evidentes dificultades compositivas que supone la historia de la joven Alejandra y, a través de ella, la del país. Destaca sobre todo el capítulo titulado "Informe sobre ciegos", que puede ser leído, como de hecho lo fue, con entera autonomía.

Sobre héroes y tumbas obtuvo un éxito de público impresionante, que acabó por convertir a su autor en una autoridad moral dentro de la sociedad argentina, una suerte de formador de opinión que, por paradójico que parezca, al asumir ese papel se fue alejando progresivamente de la actividad literaria. Su tercera novela, Abaddón el exterminador (1974), se centra en torno a consideraciones sobre la sociedad contemporánea y sobre el pueblo argentino, su condición «babilónica» y su presente, que adquieren en la novela una dimensión surreal, en que se funden realidad y ficción en una visión apocalíptica.

A partir de la década de 1970, más que un escritor, Sábato representó una conciencia moral que actuaba como un llamado de alerta frente a una época que él no dudó en calificar de "sombría". Esa identificación entre Sábato y la autoridad ética quedó muy reforzada por su labor como presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), para la que fue designado en 1983 por el entonces presidente de la República, Raúl Alfonsín. Los años que dedicó a investigar "el infierno" de la represión durante el anterior gobierno militar, según sus propias palabras, no le dejaron aliento ni espacio para la literatura. La conclusiones de la comisión quedaron recogidas en el llamado Informe Sábato. En 1984 fue galardonado con el Premio Cervantes.

La obra de Sábato, que ha sido prestigiada con numerosos premios internacionales y difundida en múltiples traducciones, incluye además multitud de ensayos como Hombres y engranajes (1951), El escritor y sus fantasmas (1963), El otro rostro del peronismo (1956), Tango: discusión y clave (1963), La cultura en la encrucijada nacional (1973), Tres aproximaciones a la literatura de nuestro tiempo(1974), Apologías y rechazos (1979), Antes del fin(1998) y La resistencia (2000). Aquejado de un grave problema de visión, se ha dedicado a la pintura, otra de sus pasiones.

lunes, 6 de julio de 2009

Silvio Rodríguez


Silvio Rodríguez, por parte de padre, y Domínguez, por parte de madre, nace un 29 de noviembre de 1946 en San Antonio de los Baños, un pueblo ubicado en un valle muy fértil en La Habana y zona fundamentalmente tabacalera, en el seno de una familia campesina. Su abuelo fue tabaquero y conoció a José Martí, cuando Silvio tan sólo tenia 12 años. Su padre, Víctor Dagoberto Rodríguez Ortega, fue campesino, y siempre fue un hombre liberal y de ideas socialistas. Su madre, Argelia Domínguez León, fue peluquera. Silvio ha manifestado en diversas ocasiones que su afición por la música le viene por parte de su madre, que se pasaba el día cantando boleros y sones santiagueros. Silvio tuvo un tío que tocaba el bajo pero, desde el punto de vista musical, fue su madre la que le dormía con canciones de la trova, se bañaba con danzones, barría con boleros y cocinaba con sones. Su madre debió ser música por vocación, y de hecho ha colaborado esporádicamente con Silvio en algunos trabajos.

Silvio ha sido estudiante, alfabetizador, empleado gastronómico, dibujante, soldado, cantante y padre. Fue empleado de la televisión cubana y trabajó con el grupo de experimentación sonora del ICAIC (Instituto Cubano de las Artes y de la Industria Cinematográfica), donde grabó sus primeros discos y canciones. Empezó a escribir poemas a los siete u ocho años. En la revista «Mella» dibujaba una historieta que se llamaba «El Hueco», una historia muy profunda, con textos de Norberto Fuentes. Cuando trabajaba allí, aprendió los primeros acordes de guitarra con su compañero Lázaro Fundora.

A los 16 años recomenzó los estudios de piano, pero tuvo que volver a dejarlos cuando, el 4 de marzo de 1964, fue llamado al Servicio Militar Obligatorio -SMO-, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias -FAR-. Silvio partió rumbo a la región más occidental del país. Tenía 17 años cuando le enviaron primero a una unidad en Pinar del Río durante tres meses. Después desarrolló un primer periodo de doce semanas de entrenamiento en la Unidad 3234, de Infantería, en Artemisa, y fue trasladado a la Unidad 1087, de Servicios de Retaguardia del Ejército Occidental. Posteriormente, ubicado en la 2107, de Comunicaciones, en El Calvario, el recibió un curso de Telegrafía y desarrolló la labor de ayudante del operador de radio.

Entonces se compró una guitarra. En el ejército conoció a Esteban Baños, con quien aprendió mucho de la guitarra. A partir de ese momento, no abandonaría más el instrumento. En todo ese tiempo nunca dejó de escribir poemas y compuso algunos relatos. Entre 1964 y 1965 compuso sus primeras canciones. En 1967 debutó en el programa de televisión Música y Estrellas, vestido con sus botas militares que, según aclaró mas tarde, era lo único que tenia para ponerse. Su primera actuación fue en el Museo de Bellas Artes. Por esa época hizo dúo con Luis López, cantaban sus canciones y se presentaron en dos ocasiones a festivales de Aficionados de la FAR. No resultaron premiados, pero fueron felicitados. En 1975, cuando llevaba ocho años de profesional y había compuesto cientos de canciones, hace su primer disco en solitario, Días y Flores.

Su influencia sobre toda una generación, junto a sus compañeros de La Nueva Trova Cubana, también conocida como Movimiento de la Nueva Trova ha sido reconocida en todo el mundo, incluso por quienes no están de acuerdo con sus ideas políticas. Queda patente que el genio de Silvio es capaz de atraer a quien él quiere y a quien no. Ha colaborado con muchos cantantes y músicos de todo el mundo.